Sin duda el aspecto más relevante del yacimiento arqueo paleontológico de Tocuila es la presencia de evidencia cada vez más sólida y consistente de actividad humana asociada a los restos óseos de fauna pleistocénica de entre 15 y 10 mil años antes del presente, de manera muy destacada relacionada con el aprovechamiento de mamuts (Mammuthus columbi).
En Tocuila, la actividad humana asociada a los restos de mamuts y otras especies de la época también extintas, estuvo relacionada con la cacería, la carnicería de los animales sacrificados y el aprovechamiento de restos óseos como materia prima para la elaboración de herramientas. Algunas de ellas sujetas a modificaciones simples y uso circunstancial, desechadas una vez cumplían con su propósito; otras, elaboradas a partir de huesos largos de mamut empleando una secuencia de reducción por percusión directa y/o presión controlada, características de una tecnología ósea pleistocena que ahora identificamos en la Cuenca de México y que estuvo presente en todo el norte del territorio continental.
En su origen la intervención arqueológica en Tocuila estuvo orientada al rescate de un conjunto de elementos óseos que fueron descubiertos accidentalmente al inicio de una obra constructiva privada. Sin embargo, dada la alta densidad de restos óseos de mamuts (Mammuthus columbi) y de otras especies, así como los complejos procesos que formaron el depósito y la identificación de elementos óseos modificados intencionalmente por los antiguos cazadores recolectores pleistocénicos, obligaron a redefinir la estrategia de investigación, haciendo de ésta un proyecto interdisciplinario e interinstitucional.
Desde el inicio el proyecto ha estado bajo la coordinación de personal del Museo Nacional de Agricultura de la Universidad Autónoma Chapingo, y del Laboratorio de Arqueozoología de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Entre otros, a ellos se han sumado para atender problemáticas específicas investigadores de los institutos de Geofísica, de Geología y de Antropológicas de la UNAM; de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH.
El objetivo subyacente a todas las tareas de investigación, ha sido y sigue siendo generar conocimientos que contribuyan a una comprensión mejor fundamentada de los procesos que formaron y han trasformado el depósito, identificar y caracterizar las dinámicas de cambio e interacción entre medio natural y comunidades humanas, particularmente las relativas a la de cazadores recolectores y fauna pleistocena, y de cómo los cambios ambientales afectaron esa dinámica, generando otras durante el cambio climático que abrió paso al Holoceno hace aproximadamente 10 mil años.
La abundancia de restos óseos que fueron expuestos durante el proceso de excavación, y su aparente asociación con cenizas y pómez del Popocatépetl, condujo a postular como primera hipótesis que el depósito se habría formado a partir de un evento catastrófico. Sin embargo el análisis detallado de la secuencia estratigráfica y la disposición-orientación de los materiales óseos, además de nuevas exploraciones en las áreas contiguas a las del hallazgo, permitieron identificar que el depósito se encontraba dentro de un paleocauce azolvado por una serie de al menos cinco flujos lodosos, cada uno de los cuales habría arrastrado restos óseos dispersos en la planicie lacustre, llevando algunos de ellos hacia el interior del paleocauce para sepultarlos dentro de éste, formando un complejo palimpsesto en el que capas de lodos de distintos momentos se sobrepusieron unas a otras, hasta azolvar completamente el paleocanal.
Lo extraordinario y culturalmente valioso de este depósito, es que en cada una de esas capas de lodos fueron identificados restos óseos de mamuts modificados intencionalmente por el hombre. Esta evidencia adquiere su dimensión más significativa cuando ello se inserta en el marco de las dataciones por radiocarbono que se han procesado y que han permitido establecer que a lo largo de cinco milenios, comprendidos éstos entre el primer flujo de lodos hace cerca de 15 mil años y el último flujo hace alrededor de 10 mil años antes del presente, el yacimiento investigado fue área de actividades de cacería, carnicería y aprovechamiento de restos óseos para la manufactura de algunas herramientas de hueso.
Junto a más de un millar de restos óseos de Mammuthus columbi que fueron sepultados por varios flujos de lodos dentro del paleocanal, también fueron identificadas otras especies asociadas a los mamuts, entre ellas caballo, Equus sp.; camello, Camelops hesternus; bisonte, Bison sp.; conejo, Sylvilagus cunicularius, además de una serie de vértebras anatómicamente asociadas que pertenecen a un felino grande.
Estacionalmente e incluso de forma dramática algunas veces, el ambiente palustre de la planicie lacustre veía crecer los niveles del lago. En ese ambiente relativamente inestable, a través de cinco milenios el paleocanal que surcaba la planicie fue azolvado por flujos de lodos sucesivos, cuyo colofón fue el cambio climático al inicio del Holoceno con una severa transgresión lacustre de inundación, transformando el paisaje. De ello ha dado cuenta el estrato que sepultó al paleocanal, capa en la que además de la ausencia absoluta de restos de mamuts, destacó la identificación de especies lacustres y acuáticas entre ellas flamenco, Phoenicopterus cf. ruber, dos tipos de patos, además de tortuga casquito, Kinosternon sp., peces y moluscos.
Ven a conocer un paisaje donde hace más de 10 mil años se cazaba a los mamuts, un paisaje en el que eran destazados para ser consumidos y algunos de sus huesos usados como herramientas.